Los cementerios de desechos electrónicos, fósiles de un futuro próximo, forman parte de paisajes tóxicos allende los mares que nos guardamos bien de visitar. Pero, en esta ocasión, el dúo que conforman Pole Noise (Ruben Torras Llorca y Esteban Rubira) nos lo traen a casa. Babel es una instalación de vestigios tecnológicos entre los que los visitantes pueden deambular y, para su sorpresa, reanimar a su paso esos muertos vivientes, enterrados antes de tiempo por la pandemia consumista. Los parpadeos y murmullos quejumbrosos de estos zombies de silicio funcionan como alegoría del resquebrajamiento de la idea ilusoria de la comunicación global, de la falacia de un único idioma gracias al cual la humanidad construye y reconstruye la megalómana torre de Babel sobre sus propios escombros. La tecno-necrópolis de Pole Noise nos recuerda aquellos mausoleos de televisores inutilizados bajo mantos de hormigón con los que Wolf Vostell incriminaba a la tecnología en el afán destructivo del hombre. Pero no se trata ya de satanizarla sino de humanizarla, hacerla más longeva, recuperar la poética de lo senil, la belleza de lo inútil y lo útil de que cada uno aprenda a hablar su propio lenguaje, a leer su propio pensamiento, en lugar de dejarse abducir por el de la publicidad.

Anna Adell.